Yo, Alejandro Revuelta, nací el 3 de abril en la Villa marinera de Laredo, manifestando ya de niño una clara voluntad artística que me llevó, ya en aquel entonces, por las sendas del teatro, la música, el cine y la literatura.
Fue años después, a mi corta edad de 11 años, cuando vislumbré en directo los milagros que realizaba el famoso mentalista Anthony Blake, y cuando, por tanto, decidí llevar mi vida por el camino de las ilusiones y la magia:
las cartas bailaban, las pizarras hablaban por sí mismas. Si le echabas imaginación resultaba fácil desnudar una mente para poder leerla. Bajo la premisa filosófica de que el arte es una terapia a la vida gris, no resultó para nada extraño que hiciese mi primera actuación profesional de magia de cerca a la edad de 13 años, cuando estreno mi primer espectáculo.
Naturalmente las cuerdas siguieron siendo serpientes, y las monedas aún desaparecían de los monederos para reaparecer en el interior de las naranjas. Algo me decía que el camino solo acababa de empezar.
A lo largo de todos éstos años, he tenido la suerte de crecer y formarme, intentando aprender de la experiencia e incorporando a mi espectáculo ideas que nacen de todas las artes escénicas: teatro, música, poesía…
Además, en este tiempo, he tenido la oportunidad de representar mi espectáculo en lugares como Madrid, Bilbao, Santander, Zaragoza, Barcelona o Burgos, ademas de publicar mis libros «La noche del artista» (Séptima edición) y «El Dulce néctar de las cicatrices» (Quinta edición).
“Mucho más que magia, mucho más que versos” es mi nuevo espectáculo de magia de salón, mentalismo, humor y poesía. Se trata de una apuesta fresca y emocional que trata de ensalzar el asombro a través de las palabras, hilando cada pieza mental en una historia o un poema de mi propia creación, no implicando esta premisa una subyacente renuncia al humor y la agilidad. El mentalismo es como la poesía. Nace de lo más hondo del inconsciente y brota hacia afuera. Lecturas de mente, predicciones y verdaderos misterio en los que el protagonista es, siempre el espectador, haciendo de cada representación una pieza única.